domingo, 30 de septiembre de 2012

INICIAR POR EL RESPETO EN SU MÁXIMA EXPRESIÓN


La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa.
El modo de vida contemporáneo es una carrera contra el tiempo que atenta contra la vida en todas sus expresiones. Desde el más pequeño ser vivo hasta las creaciones más esplendorosas se encuentran en un momento de zozobra mientras el presente continúa su curso hacia un futuro algunas veces muy incierto. Reconocer que toda la vida en la tierra se encuentra en un hilo y que de continuar en la vía que la humanidad está trazando es el rumbo a la destrucción es sólo el primer paso para que esa dirección cambie.
Pero, ¿Cómo lograr el cambio en una gran parte de la humanidad que corre cada día sobre su existencia sin reflexionar sobre su huella en el planeta, en la historia y las consecuencias para el futuro? ¿Sin conectarse con el mundo que lo rodea y la interdependencia con éste? La Carta a la Tierra implica una serie de cambios que sólo serán posibles cuando cada persona pueda transformar su mentalidad y dar un paso a la vez para reconciliarse con la vida. Ese sería el pilar que sobrecogería el mejoramiento de nuestro futuro: ante todo respetar la vida en todas sus formas, conscientes de la dependencia que tenemos de todo lo que nos rodea para poder sobrevivir como especie. Respeto, entendido como la consideración hacia los otros enmarcada por el reconocimiento de los límites que se tiene como ser vivo, implica crear y renovar nuestras conductas y comportamientos para alcanzar el equilibrio desde nuestra situación en el mundo. Y no es algo que lleve mucho tiempo, según algunos estudiosos es suficiente con 28 días de repetir una conducta para que se convierta en hábito y así se conforme en parte de la rutina cotidiana. Si cada ser humano se concientiza de este sendero de destrucción al que nos dirigimos y trata de integrar un paso a la vez, una conducta a la vez a favor de la vida, todo será diferente.
Respeto a la vida, valorar a los demás seres vivos como semejantes en el derecho a cohabitar la tierra, entender que todas nuestras acciones alteran en alguna medida a un otro y minimizar este efecto para que resulte lo menos negativo posible es la base del cambio. Es recuperar esa relación ancestral que nuestros aborígenes tenían con la naturaleza y reconocernos como equivalentes, asimismo como necesariamente sujetos a los demás; eso nos ayudará a encontrar ese equilibrio que obliga a meditar cada acción que realizamos enfocándola hacia el futuro. Además, discernir como igual a ese otro ser viviente y respetarlo como tal, nos coloca en un mundo en el cual los derechos prevalecen sobre los actos y, en consecuencia, también regiría para nuestra propia especie, sin hacer distinciones de color, género, procedencia, etc. Sería la diversidad de la vida aceptada en todas sus dimensiones, la utopía por la máxima expresión del respeto y la tolerancia alrededor de la búsqueda de un bien común: el mantenimiento de la vida en el planeta.
Una vez que este precepto se ha incluido en la forma de pensar y actuar se puede dar el paso más fuerte, en este caso, lograr que se propague a otras esferas: las relaciones familiares, interpersonales y laborales. Al mantener una perspectiva coherente de respeto por la vida desde el discurso hasta la práctica, se hace posible expandirla a otras personas con acciones concretas. Tomando como ejemplo el ámbito laboral, para quienes su mentalidad contemple esta relación intrínseca con el medio ambiente, les será más fácil ser consecuentes con las medidas que su organización haya establecido para mitigar el impacto ambiental o inclusive ser proactivo a favor de la naturaleza y proponer ideas innovadoras (no por ello complicadas) para colaborar en esta vía.
Si bien es cierto muchas empresas cuentan con “medidas ambientales” estas no serán plausibles si las personas que la integran no se comprometen a seguirlas, y ese compromiso debe nacer desde una visión de mundo compartida en la cual todos y todas reflejen valores similares hacia el respeto por la vida. Una organización medioambientalmente exitosa no la conforman cuatro paredes  o disposiciones obligatorias que sólo se cumplen en ese lugar, son personas que adquieren un sentido coherente de responsabilidad y compromiso hacia el planeta. Realmente es un reto que se debe asumir.
En un mundo globalizado donde el estilo de vida acelerado no favorece la reflexión y meditación sobre el papel de un solo ser en esta tierra, se puede perder la perspectiva del sí mismo y de la responsabilidad de cada uno en un asunto tan extenso, pero que inevitablemente nos compete a todos. Enfrentar la cotidianidad con sabiduría y acorde a un equilibrio con los otros seres vivientes llevaría al cambio radical: son las personas quienes mueven el mundo, construyen la historia y definen el futuro, con una actitud de respeto a la vida y la unión de los esfuerzos de cada uno en favor del planeta se pueden crear y lograr medidas exitosas para salvar nuestra existencia.


viernes, 28 de septiembre de 2012

Nacemos para vivir, por eso el capital más importante que tenemos es el tiempo, es tan corto nuestro paso por este planeta que es una pésima idea no gozar cada paso y cada instante, con el favor de una mente que no tiene limites y un corazón que puede amar mucho más de lo que suponemos.
Facundo Cabral